¡Qué fácil es hablar de dolor en esta vida!
y que difícil hablar de la alegría milenaria
que negamos, ingratos, tantas veces,
y preferimos idealizar otras palabras.
¡Qué locuaz es la tortura al poeta!
¡qué enredada y engañosa es la patraña!
Tan sublime es la palabra de despojo
que rueda por la vía solitaria
donde a ningún lugar nos lleva
y nos tira de cabeza a lo fatuo, lo horrendo,
nos revuelve, nos desgarra.
Pero allí volvemos una y otra vuelta,
y pensamos que hacemos arte y no artimaña
de un corazón tramposo y mal sentido
que nos miente, nos humilla y nos engaña.
Si prosigues te encadenas, si te rindes
no te rindes, te restauras,
empieza a beber de la copa de la vida,
comienza a sentir que no eres nada
y vuelve a asimilar lo verdadero,
lo pequeño, lo sublime y lo que alcanza:
que estás de paso en este mundo
y mientras haya vida hay esperanza.