domingo, 25 de octubre de 2009

Rosa




Su dolor no llame agudo
Quien llora con frenesí
El gran sentimiento es mudo
¡Triste es aquel que no pudo
Decir siquiera: ay de mí!

Juan de Iriarte





Rosa sufría su amor
En lacerante agonía
Y de sus ojos partían
Las lágrimas del dolor.

Y negada al calor
Del consuelo del olvido
El daño por ella servido
Era su dueño y señor.

Y con tozudez rotunda
El desamor era su apego
Que la sumía en el anego
De una miseria fecunda.

Más un día inolvidable
Rosa salió a la calle
E hizo el destino que halle
Una lección imborrable.

Arrumbado contra un muro
Se hallaba un perro sarnoso
De aspecto desastroso
Y el cuerpo por el frío duro.

No se que divina alborada
Hizo entrar en su mente
La necesidad conciente
Que del perro era esperada.

Y sacose su cobertor
Con que cubrió al canino
Y juntos fueron en camino
Hacia la casa del doctor.

Y la vida a la sazón
Le hizo entender a Rosa
Que a veces pasan las cosas
Por una buena razón.

Que mientras ella perdía
Entre aflicciones sus horas
Siempre hay alguien que te adora
Y espera tu simpatía.

Solo basta que se entienda
Que la vida es en esencia
Una mano que precisa
Y otra mano que se extienda.