Tú me pides un amor puro y sin defectos
y yo soy de este ancho mundo, pesadilla,
que guarda en el arcón de su buhardilla
la mar de los errores, y solo dos aciertos.
Y es asi, para tu asombro y desconcierto,
el primer encantador triunfo fue admirarte
el segundo fue proceder a disfrutarte
con los ojos de engañoso amor perfecto.
Y mas tarde caducada la prudencia
que por fuerza exige toda tolerancia
asumo que no soy joya ni un hallazgo,
ni tú una virginal ni trémula paloma
a la que cada tanto un fallo se le asoma
y que puede exasperar hasta el hartazgo.