martes, 9 de noviembre de 2010

El concierto



Sonaba sola, inconclusa, aquella nota del arpa,
la rodeaban instrumentos, pero ausente meditaba
en aquello que de soñado, era soñado por nada.
Se batían unos dedos, largos, finos, que enlazaban
la más dulce melodía que de su cuerda emanaba.
Y la nota indefinida por todo el salón volaba
buscando donde rendirse y cerrar por fin sus alas.
Suspendido en embelezo un hombre la escuchaba,
y abrió solo su corazón al oír la nota amada.
Y en lo mejor del concierto, cuando dio un solo de arpa
emocionado y contento, vio que sus ojos lloraban.
El corazón está expuesto, a veces, a circunstancias
donde la música exige el tributo de las lágrimas.