Que la luna se engarce
en el brillo de tu pelo,
que tu torso masculino,
motivo de mis desvelos,
tus dedos, garras sensibles,
se adentren en mis anhelos
y prenda en mis contornos
un grande calor de fuego.
Y así, desnuda en tus brazos
naveguemos mar adentro,
tú, sin ropa, yo, mojada
por tu lengua y por tus besos.
Tú, deseoso, yo, entregada,
y los dos en un concierto
de gemidos y suspiros
todo el aire bauticemos
con la música que solo
puede inspirar el deseo,
aquel que cuando se realiza
emprende un raudo vuelo
elevando a las caricias,
que van escalando al cielo.