de una pasión plañidera
al vigor de tus emociones
que se contienen apenas.
Y, cuando te permites
despojarlas de cadenas,
lanzadas cual dardos finos
penetran hasta la médula.
Tus versos que son certeros
provocan la boca inquieta,
la sangre se va agitando
y lejos la mente vuela.
Pero todas esas palabras
que gestaste, no regresan,
no volverán a tu mundo
que las guardaba celoso
bajo murallas secretas.
Y al libertarlas mostraron
como una marca, una seña
(ante los ojos de todos,
para que todos lo sepan)
que en tu pecho, tal audacia,
exhibió una herida abierta.