viernes, 14 de mayo de 2010

El proscrito




Vive el tiempo que le ha dado la estocada
más artera que su sangre ha sentido,
escuchándola agitarse en sus entrañas
traspasado en dolor y en estoicismo.

Su rostro que de hachazos se ha forjado
se esconde con verguenza de sus hijos;
no puede explicar porqué su estirpe
se pierde en la indigencia y el olvido.

Se presencia es oprobio a los grandes,
poderosos, miserables, mal nacidos;
aquellos que se creen con derecho
a negar y a sepultar a otros destinos.


Mientras mas avanza el siglo veintiuno

el aborigen es un proscrito en purgatorio...

para el gobierno, un proyecto intermitente,

para los hombres, un clamor acusatorio.