domingo, 25 de octubre de 2009

No puedo comprender a los ateos


No puedo comprender a los ateos,
No puedo vislumbrar su reflexión
Que no cale hondo en su alma una canción,
O el perfume, o las plantas o el sol
Y no indaguen con intriga quien ha sido
Aquél que ha creado de aquel modo
Con tanta perfección respecto a todo
Y también con respecto a si mismos.
No puedo entender cuando se enferman
Que su voz a nadie ruega a nadie clama.
Y a la hora irremediable de la muerte
Se acongojen y resignen dócilmente
A que después de esa muerte ya no hay nada.
Ni que en su lapso absoluto de alegría
Se estremezca agradecida y libre el alma
Que cuando descubren el amor de la pareja
No inquieran si en verdad hay mas sublime
Que lo etéreo, lo terreno, lo tangible
Y asombrados vayan pronto al encuentro
De Aquél que formó lo incorruptible.
No me explico que cuando al ver a un hijo
No se examinen el milagro de la vida
Todo es igual, la pena o la alegría
Por querer racionalizar el sentimiento.


Y tal vez, solo tal vez, en mi ignorancia
Como Lázaro resuciten a su llamado
El Señor que es Señor de lo imposible
Y a nadie le pasa por al lado.